Eran las siete menos cuarto cuando salió del trabajo; sin embargo la soledad y el hastío habían hecho que cambiara su ruta por la Calle 58 para dirigirse a aquella exposición de pintura de la que había leído la semana anterior.
Había estado deseoso de ir desde el primer día; sin embargo nadie en su familia lo había querido acompañar. Su hija de quince años había dicho una frase como "demasiado tú para mi gusto" , mientras se pintaba las uñas de color violeta y su esposa había mencionado "nunca hemos compartido esa clase de gustos."
Y era cierto, era la verdad más absoluta que se habían dicho en años... no supo si esa aseveración sin titubeos era dolorosa por sí sola o se unía a la sensación de soledad que últimamente lo embargaba tan a menudo.
En todo caso, ya no importaba.
Se había acostumbrado a hacer tantas cosas sólo que no entendía el porqué había intentado pedir a su familia - si es que a eso se le podía llamar así - que le acompañarán.
- Esa es la verdad - murmuró sin darse cuenta.
Había llegado a un momento de su vida en que lo realmente importante ya no tenía importancia, ya no ansiaba llegar a casa, ya no deseaba a su esposa y , menos , admiraba a su hija.
Todo era distinto a como imagino cuando era niño y soñaba ser como su padre.
Lo había logrado... ser un maldito amargado, harto de vivir el mismo día , cada día.
Si se iba no se iba a perder de nada. Si se iba ...
La frase descansó en su mente hasta la siguiente parada del metro.
Un día más que debía repetir.