No te esperaba, ni te buscaba, pero llegaste e iluminaste mi vida
y fue mi mundo luz y tempestad.
Yo era feliz, y sabía, que tú mi niño también lo eras.
Allí pequeño creciendo en mis entrañas,
en lo más recóndito de mi interior,
alimentando mis ensueños,
siendo de ambos, de nuestro amor.
Y entonces otra vez el mundo nos mostró su rostro monstruoso...
Una noche, un dolor y oscuridad.
Y pasaban las horas, y pasaban los días
y, simplemente ya no estabas más, nunca más.