Y una noche de luna nueva me entregué a la muerte de tus brazos
me entregué al veneno de tu boca
me entregué a la fuerza de tus manos.
Fui tuya, solo tuya
tus manos se llevarón la inociencia
y en la tumba de tu cuerpo murió la niña
y tu aliento mortal dió vida a la mujer.
Fui tuya, sólo tuya
y creó que aún lo soy
aunque no me hayas vuelto a dar
la muerte y la vida,
el dolor y la alegría,
la pasión y la muerte
de tu cuerpo.
Fui tuya, solo tuya
hasta mi ropa extraña tus manos
y también los botones que cayeron
aquel día.
Te extraña hasta mi almohada
te extraña mi piel
te extraña mi alma.
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